Deleite fantasmagórico de sombras e ilusiones de luz; encanto de lo sublime en la transfiguración constante de lo visual.

sábado, 5 de marzo de 2011

Biutiful, simply biutiful.

Así la niña no supiera como se escribía, conocía su significado y lo vivía.

La tragedia humana, la desesperación del hombre en busca de redención, la melancolía, pueden llegar a tener tanta belleza, tanta poesía… Las imágenes de lo cotidiano, enmarcadas en ambientes de hostilidad, espejos de la realidad, vistas a través de los ojos de Iñárritu, en Biutiful, adquieren una dimensión inmensurable en su valor estético, lejana al simple hecho de relatar la miseria, abriendo poderosos senderos de reflexión.
Soberbio Javier Bardem, como es usual, encarnando a Uxbal, nos revela su pugna frente la necesidad. En un contexto, donde los valores se transfiguran, mediante la imperante necesidad de dinero, en el que los hombres son fuertemente sometidos, unos a otros, bien sea por su condición social, su raza, o simplemente, su pobreza espiritual, el personaje, busca apacible en medio de la desesperación, sosegado ante la tormenta, redimir su existencia ante la llegada inminente de la muerte. El personaje, dotado del don de hablar con los muertos, mientras cruzan la sombra de valle de muerte, —que por cierto, es tratado de manera magistral por el director, —lucha en silente desdicha y aparente calma, contra sus el tiempo en sus últimos días de vida, ante la imperante necesidad de “arreglar todas sus cosas antes de partir”; cuestión que no resulta nada fácil, pues, Uxbal, se aprovecha de los negros y chinos, para su beneficio personal; incluso de su don, todo en su afán de obtener dinero.
 Sin embargo, en medio de tanta deshumanización y trato despreciable, hay grandeza: los niños, nos recuerdan que la inocencia, es luminaria en donde no se vislumbran fácilmente caminos; el amor, como mediador entre un mundo inclemente, atroz, y la necesidad del hombre por vivir dignamente. Al igual como la escena poderosa, en la que mujer de color, camina separada de los que serían sus protegidos, y paulatinamente se les acerca, como bella alegoría de el nacimiento de su nueva relación, nos unimos en la comprensión, como espectadores, de una realidad a la que se hace caso omiso, y de la que no podemos estar distanciados, por ser sus intrínsecos partícipes. Al encenderse las luces, la desazón que sugiere la meditación es inevitable. La reflexión no puede hacerse negar, pues nuestra condición de humanidad, queda expuesta, sensibilizada ante la crudeza de muchas imágenes, y el lirismo de la melancolía. Algunos quizás buscaran redimirse, otros, alegaran de una película que de Biutiful nada tiene, u otros en silencio, como yo, nos deleitaremos al disfrutar el caer tranquilo de unas reflexivas lágrimas. Juzgue usted, por sus propios sentimientos.  


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