Entre lo dicho y no dicho en términos de blasfemia.
Debo
confesar que la experiencia de Lords Of Salem, fue demasiado intensa. En
primera medida, por estar observando un tratamiento de imagen digno de un
maestro del horror, como bien ya lo había declarado en la casa de los mil cadáveres, particularmente en ese macabro
recorrido por el museo de horror de los más terribles asesinos de Norteamérica. Zombie es sutil en su dosificación de
terror, cada vez creciente como una sinfonía. No obstante, otro elemento es
clave y coyuntural en la propuesta: la blasfemia.
Zombie no teme atacar directo con la
imagen los íconos de la iglesia. Se burla todo el tiempo de Jesús, lo parodia,
y lo re ajusta al universo simbólico satánico que, en últimas, no es más que la
negación del mesías. La sátira a la ascensión de maría con la bruja Hawthorne,
es corrosiva, más exquisita en su elaboración audiovisual.
Y es que Zombie no sólo parece
experto en cuestión de horror; parece dominar también, como es de esperarse, la
escena de metal. Construye como background de la historia, un misterioso disco
de una banda llamada “Los señores de Salem” que no resulta ser más que el mismo
cántico ritual usada por las brujas de antaño. Dos historias entretejidas en un
marisma de tiempo, en el que lo sueños, y los espacios alternos e imposibles se
hacen viva carne en el miedo. Un diseño de producción impecable que demuestra
un dominio absoluto de la imagen. Movimientos de cámara limpios y certeros,
revelando también un discurso fluido en el lenguaje, de blasfemia pura, claro,
de maldición tras maldición, y pura poesía en la palabra de las brujas, que se
hace hereje tras cada verso que se asoma en la pantalla.