Deleite fantasmagórico de sombras e ilusiones de luz; encanto de lo sublime en la transfiguración constante de lo visual.

lunes, 2 de marzo de 2015

Lords Of Salem (Rob Zombie)


Entre lo dicho y no dicho en términos de blasfemia.


Debo confesar que la experiencia de Lords Of Salem, fue demasiado intensa. En primera medida, por estar observando un tratamiento de imagen digno de un maestro del horror, como bien ya lo había declarado en la casa de los mil cadáveres, particularmente en ese macabro recorrido por el museo de horror de los más terribles asesinos de Norteamérica. Zombie es sutil en su dosificación de terror, cada vez creciente como una sinfonía. No obstante, otro elemento es clave y coyuntural en la propuesta: la blasfemia.
            Zombie no teme atacar directo con la imagen los íconos de la iglesia. Se burla todo el tiempo de Jesús, lo parodia, y lo re ajusta al universo simbólico satánico que, en últimas, no es más que la negación del mesías. La sátira a la ascensión de maría con la bruja Hawthorne, es corrosiva, más exquisita en su elaboración audiovisual.

            Y es que Zombie no sólo parece experto en cuestión de horror; parece dominar también, como es de esperarse, la escena de metal. Construye como background de la historia, un misterioso disco de una banda llamada “Los señores de Salem” que no resulta ser más que el mismo cántico ritual usada por las brujas de antaño. Dos historias entretejidas en un marisma de tiempo, en el que lo sueños, y los espacios alternos e imposibles se hacen viva carne en el miedo. Un diseño de producción impecable que demuestra un dominio absoluto de la imagen. Movimientos de cámara limpios y certeros, revelando también un discurso fluido en el lenguaje, de blasfemia pura, claro, de maldición tras maldición, y pura poesía en la palabra de las brujas, que se hace hereje tras cada verso que se asoma en la pantalla.

lunes, 27 de febrero de 2012

El artista: arte en la expresión máxima del silencio.


¡Habla! ¡HABLA!

El artista es más que una película; es una cátedra magistral de la historia del cine norteamericano. George Valentine, el artista, rindiendo un homenaje también silente al mítico director, actor, y productor Douglas Fairbanks, declara su resistencia a la llegada del cine sonoro que transformó todos los parámetros del cine silente, de forma parecida a como el gran ilusionista George Meliés, Charlie Chaplin, o tantos artistas del Slapstick lo hicieron en su momento.  
            Valentine, se resiste a hablar. Para él la belleza del cine reside en su expresión y no en el artilugio sonoro; ser verdadero artista. “Esto es el futuro”. “La gente pide carne fresca”. Declarar batalla a una industria que transfigura la condición del arte se queda en una afrenta solitaria en la que tan solo prevalece el orgullo. Los espectadores tan solo son consumidores de las almas de los artistas que se presentan en la pantalla, a quienes pueden desechar en su constante reciclaje de emociones. Meliés quien prácticamente inventó el cine argumental y fue un verdadero demiurgo de la imagen, termina sus días vendiendo golosinas en una estación de tren. ¿Habrá querido Chaplin encarnando un gran dictador inventar un idioma de jerigonzas para no dejar de dar la pelea?
            Cine dentro del cine, juegos de sincronización entre imagen y sonido, cada plano llevado a un nivel máximo de expresión a partir de la composición y la expresión semiótica, actuaciones que deleitan, hasta las no humanas, pues el personaje del perro es tan magistral como el simio de Buster Keaton en el camarógrafo, reflexiones sobre el orgullo como cualidad inherente a muchos artistas, gags, momentos trágicos, intertítulos incisivos, hacen del artista, a mi humilde parecer, una obra perfecta que aparte de ser una cátedra magistral de la historia del cine, un digno homenaje al cine mismo y al arte. 



jueves, 10 de marzo de 2011

La Sociedad Del Semáforo.


Convertir un semáforo; pasaje cotidiano, espacio que ha servido a muchos individuos para encontrar una manera subsistencia, en una obra cinematográfica, que relata de manera escueta la descomposición social, la deshumanización y la perdida de la dignidad, enmarcado en un plano visual estético que genera imágenes de altísimo impacto para el espectador, evidentemente, requiere un indiscutible gran talento.
            La sociedad del semáforo, ha sido fuertemente criticada por muchos, argumentando que es una simple representación de una realidad, sin llegar a alcanzar trascendencia alguna. Por mi parte, opino, que es digna de exaltar, pues si en efecto es un espejo de las condiciones de miseria, a las que no se puede hacer caso omiso en nuestra sociedad, se convierte en una fuerte crítica a las perdidas de los valores del ser humano, como resultado de una masificación progresiva, de las condiciones de pobreza que se extiende por todos los rincones de la ciudad, en este caso en los semáforos como espacios coyunturales de cualquier lugar. 
            Quizás uno de los aspectos más controversiales de la película, a mi forma de ver, es el personaje, quien se debate en una pugna constante entre el bien y el mal. Por una parte, es evidente que juega un papel de redentor y héroe, pues se presenta como un líder callejero que busca la reivindicación en la dignidad de sus semejantes; por otro lado, su atadura a la adicción le hace un ser completamente vulnerable, cautivo al vicio y a la mundanidad de la miseria, como se ve crudamente representado a lo largo de la historia. Raúl, es un ser, con el que difícilmente puede ser identificado el espectador, y eso, genera un infranqueable distanciamiento,  sin embargo, el poder de muchas de las imágenes, generan una catarsis tal, que la cinta cobra un alto valor discursivo, en el que se exaltan valores del ser humano, y permite una comprensión de la naturaleza de los seres marginales que allí se presentan, de forma tal, que resulte imposible, a mi parecer, la contemplación de la escena cotidiana de los semáforos de la misma manera.
            El acto de rebeldía, por ejemplo, en el que se destrozan las luces del semáforo, y se incendia el taxi, enmarcada dentro de una escena de un alto grado de poesía, es una proclamación de libertad, en el que realmente se pone en alto, la condición de humanidad, de todos aquellos habitantes que son despreciados día a día. La rebelión se gesta en las entrañas mismas de la urbe, como consecuencia del trato indigno; así pues, es un momento emblemático en la historia, que nos enseña que también la miseria tiene su límite, y es imposible dejar de ver a un ser humano, en tantos aquellos, que bajo un semáforo, hacen piruetas, venden cigarrillos, bailan con muñecos, o simplemente piden ayuda monetaria, deseando que esté mas tiempo en rojo, quizás no solo para que les den mas dinero, sino para que les determinen y se den cuenta que existen.


sábado, 5 de marzo de 2011

Biutiful, simply biutiful.

Así la niña no supiera como se escribía, conocía su significado y lo vivía.

La tragedia humana, la desesperación del hombre en busca de redención, la melancolía, pueden llegar a tener tanta belleza, tanta poesía… Las imágenes de lo cotidiano, enmarcadas en ambientes de hostilidad, espejos de la realidad, vistas a través de los ojos de Iñárritu, en Biutiful, adquieren una dimensión inmensurable en su valor estético, lejana al simple hecho de relatar la miseria, abriendo poderosos senderos de reflexión.
Soberbio Javier Bardem, como es usual, encarnando a Uxbal, nos revela su pugna frente la necesidad. En un contexto, donde los valores se transfiguran, mediante la imperante necesidad de dinero, en el que los hombres son fuertemente sometidos, unos a otros, bien sea por su condición social, su raza, o simplemente, su pobreza espiritual, el personaje, busca apacible en medio de la desesperación, sosegado ante la tormenta, redimir su existencia ante la llegada inminente de la muerte. El personaje, dotado del don de hablar con los muertos, mientras cruzan la sombra de valle de muerte, —que por cierto, es tratado de manera magistral por el director, —lucha en silente desdicha y aparente calma, contra sus el tiempo en sus últimos días de vida, ante la imperante necesidad de “arreglar todas sus cosas antes de partir”; cuestión que no resulta nada fácil, pues, Uxbal, se aprovecha de los negros y chinos, para su beneficio personal; incluso de su don, todo en su afán de obtener dinero.
 Sin embargo, en medio de tanta deshumanización y trato despreciable, hay grandeza: los niños, nos recuerdan que la inocencia, es luminaria en donde no se vislumbran fácilmente caminos; el amor, como mediador entre un mundo inclemente, atroz, y la necesidad del hombre por vivir dignamente. Al igual como la escena poderosa, en la que mujer de color, camina separada de los que serían sus protegidos, y paulatinamente se les acerca, como bella alegoría de el nacimiento de su nueva relación, nos unimos en la comprensión, como espectadores, de una realidad a la que se hace caso omiso, y de la que no podemos estar distanciados, por ser sus intrínsecos partícipes. Al encenderse las luces, la desazón que sugiere la meditación es inevitable. La reflexión no puede hacerse negar, pues nuestra condición de humanidad, queda expuesta, sensibilizada ante la crudeza de muchas imágenes, y el lirismo de la melancolía. Algunos quizás buscaran redimirse, otros, alegaran de una película que de Biutiful nada tiene, u otros en silencio, como yo, nos deleitaremos al disfrutar el caer tranquilo de unas reflexivas lágrimas. Juzgue usted, por sus propios sentimientos.